El ciclo de vida del software define las etapas que atraviesa un producto desde que se concibe hasta que deja de utilizarse. Las metodologías de desarrollo se apoyan en este esquema para asignar responsabilidades, establecer entregables y mantener el control del proyecto.
El Software Development Life Cycle (SDLC) es un modelo que agrupa las fases necesarias para construir y mantener sistemas de manera sistemática. Cada fase produce artefactos específicos que sirven como entrada para la siguiente, facilitando la trazabilidad y la medición del progreso. Un SDLC bien definido contempla hitos, métricas e instancias de aprobación que permiten gestionar expectativas con patrocinadores y usuarios.
Históricamente, los organismos de defensa y las industrias reguladas impulsaron la formalización del ciclo de vida para asegurar que el software siguiera controles comparables a los de otras ingenierías. Hoy, incluso las startups, adoptan versiones adaptadas del SDLC para ganar visibilidad sin perder velocidad.
Los enfoques predictivos, como el modelo en cascada (Waterfall), ejecutan estas fases de manera secuencial, con entregables aprobados antes de avanzar. Esto aporta control estricto y documentación exhaustiva, conveniente para proyectos con requisitos muy estables.
Las metodologías ágiles, como Scrum, replantean las fases en iteraciones cortas. Cada sprint avanza sobre el backlog priorizado (la lista de requisitos ordenada por valor) y permite revisar supuestos tempranamente. En la misma iteración se incluyen actividades de análisis, diseño, construcción, pruebas e implantación reducida, lo que permite entregar valor incremental y adaptarse a cambios frecuentes.
En escenarios híbridos, se combina un análisis inicial para establecer la visión con ciclos iterativos que profundizan el diseño e implementación. Herramientas de DevOps automatizan la integración, las pruebas y el despliegue para acelerar el paso de una fase a la siguiente sin perder visibilidad. Este enfoque suele apoyarse en páginas de arquitectura vivas, tableros compartidos y automatizaciones que conectan requisitos, código y operaciones.
Seleccionar una metodología que interprete correctamente el SDLC garantiza una ejecución ordenada, con menor retrabajo y con visibilidad constante del estado del producto. Cuando el ciclo de vida se documenta y se comunica de forma clara, los equipos entienden qué se espera de ellos en cada etapa y los patrocinadores pueden anticipar hitos, inversiones y resultados.
Imaginemos el desarrollo de una aplicación de ventas internas. La iniciativa comienza con una fase de análisis donde se elaboran entrevistas, historias de usuario y un business case. Luego se documenta un diseño de arquitectura con decisiones tecnológicas y diagramas UML. Durante la implementación se construyen las funcionalidades planificadas, se integran servicios y se registran cambios en el repositorio. A continuación, el equipo de calidad ejecuta pruebas automatizadas y exploratorias, levantando incidentes en un tablero compartido. Finalmente, tras un despliegue controlado, se realiza monitoreo en producción para validar el desempeño y se inicia un ciclo de mantenimiento que alimenta mejoras para el siguiente release.
Este ejemplo ilustra cómo cada etapa del SDLC genera entregables concretos que sirven de base para la siguiente, manteniendo alineados a analistas, desarrolladores, testers y responsables de negocio.